Furia, odio y otras humanidades. (Segunda parte)

Jhon de verdad había dejado al doctor sin palabras, pero no era su presencia y su fría aceptación, su sabiduría pasada por la rudeza cruda de un criminal, ni tampoco el color de su cigarro blanco con una línea dorada, que resaltaba su cara oscurecida en la sombra del sofá. Era su mirada que pasaba entre la oscuridad, hacía el vacío, hacía esas emociones bañadas de recuerdos intensos. Casi se podían ver esas memorias a través del humo que empezaba a apestar asquerosamente la habitación.

-Sabe doc, recuerda al joven del que le hable, se llamaba buddy, curioso ¿no?, usted sabe que eso significa amigo en ingles. Eso me lo enseño él.

El doctor ni siquiera del asombro, se percato que Jhon había encendido el cigarro. Había cambiado su rostro, ya no estaba molesto con el mundo, solo era la cara de cualquier hombre. Sus rasgos por primera vez desde que entro en consulta se hacían notar sin líneas de expresión que resaltaran su ira reprimida. Su cara lastimada y mal afeitada mostraba una edad mayor a los 38 que poseía probablemente por tantos años de vivir para sobrevivir.

Buddy había sido asesinado por uno de los reos, pagado por supuesto por un alto funcionario del gobierno, padre del joven del cual Buddy se defendió y mató accidentalmente mientras que este estaba en el éxtasis de drogas bien conocidas. En si era un joven estudioso de origen humilde, conocido por sus familiares y amigos como el joven que va a llegar muy lejos, de altas convicciones, deseaba llegar a ser profesor de inglés y español, para poder ir a dar clases en zonas rurales, su lema de vida era “ayudar es una cuestión más allá del simple deber, es un placer”.

-¿Era muy amigo de él?, señor Soto.

El doctor salió de su letargo, puso en práctica sus muy viejas habilidades de psiquiatría, intentando inspeccionar la mente, la estructura de ideas de la persona con quien habla. El peso de su experiencia se sentía en cada palabra pronunciada. Sabía bien que Buddy era el centro de todo este meollo, el que paso el muro de frustración de este hombre y plantó nueva manera de ver su vida.

-Cuando le recibí el primer libro se me quedó mirando y me dijo: “Es exactamente lo que usted busca señor.”. Pensé durante un segundo que era uno de esos radicales cristianos que le andaban sacando la Biblia en todos lados a uno, diciéndole nos vamos a quemar en el infierno.

“Entonces me acorde que ese hombre en todo el año no había ido nunca a la misa ni al culto con el padre y con el pastor en todo lo que llevaba el año, no me aguante y el pregunte y me dijo: “no señor, mi único dios lo veo todos los días en el espejo y no es muy bonito”, y lo dijo entre risas, pero enserio al mismo tiempo, sin miedo a los violentos radicales que habían cerca.

Empecé a hablar más con él, me enseño mucho sobre libros, ingles y otras cosas. Como a controlarme, cuando iba a estallar se me quedaba mirando y me decía: “y luego ¿qué?”, y eso me ponía a pensar y resulta que pensar calma. Así aprendí a dominarme.”

La habitación estaba fría, el humo de los cigarros de Jhon creaba una neblina que servia para figurarse los acontecimientos, la cara de Buddy era sabia, con conocimiento sobre la irracionalidad, sobre la más ciega de las iras, pero Buddy como cualquier persona había cometido errores y los pago justamente. Lo que lo diferenció de los demás, simpre fue que analizaba bien sus actos de la manera más fría posible, poniéndose en la posición del otro y por ultimo la de un tercero que observa el conflicto.

-A Buddy lo que lo mató fue pensar, por que si uno lo analiza bien si solo se hubiera atenido a que aquel asaltante y le hubiera dado la plata nunca se hubiera muerto, ni siquiera hubiera terminado aquí en este hueco perdido del mundo.

A Jhon se le notó más allá de su rostro ya relajado la mirada de frustración al techo, como el deseo de lo que hubiese sido pero nunca fue.

La habitación se hizo pequeña par el doctor, no por la presencia de Jhon, sino los recuerdos plasmados en el humo de sus cigarros, jugueteando con todo, golpeándolo constantemente.

-Por favor, ¿Qué le dije acerca de fumar aquí?-El doctor intenta hacer desaparecer los fantasmas que poco a poco se apoderan del espacio con la orden seca de su voz envejecida y experimentada.

Jhon esta vez apaga el cigarro en el cenicero del sillón, al no haber humo nuevo; tenue pero rápidamente los recuerdos y fantasmas se esfuman. Y el aire se vuelve solamente tan pesado como al principio de la conversación.

-La vida como la conocía cambio desde que ese hombre entró a esta prisión, por primera vez tuve a un amigo y no lo pude defender, ni me di cuenta, por lo general me percato de esas cosas, los chismes, los silbidos en clave; no es nada nuevo para mi. Pero que se puede hacer ya, solo llorar sobre la leche derramada.

Jhon se levanta del asiento fatigado, abotagado por las emociones que acaban de recorrer todo su ser, por primera vez sintió tristeza, causada por la muerte de su único amigo en ese lugar.

-Lo veo el viernes Doc. –Las palabras de Jhon eran duras pero tristes mientras pasaba la puerta del consultorio.

-Pero si ¿no es qué le van a dar el salvoconducto mañana?- El doctor quedó un poco confundido y su expresión lo decía todo.

-No Doc, falta un año para que pongan en estudio mi caso, pero es poco tiempo para sacar lo que tengo adentro.

El silencio de Jhon y el doctor lo dijo todo, la vida aquí y en este momento acababa de cambiar y así el mundo que los rodeaba, por primera vez en lo que llevaba del año el doctor vio el hueco del techo como un traga luz muy pequeño y no una molestia en días de lluvia.

Continuara ………

Marco "Humano como nunca, hombre como siempre" Barrios Piedra

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