(ENTRESUEÑO) [esquizonarrativa]

Mientras el autobús se estanca en una presa tan usual como estúpida, contemplo un pájaro que quiebra el tiempo gris con una diagonal perfecta. Por un instante lo imagino golpeando un parabrisas, penetrando entre los cristales y clavando su pico solidario en el pecho de algún conductor, librándolo así de la angustia de tener que llegar temprano al trabajo.

Es tan vívido que se vuelve difícil decirme: “Sólo estoy aquí sentado”. Estuve ahí con certeza, olor de vidrio mezclado con sangre llega a mis pulmones, estertores de chofer con rostro emplumado mis oídos.

Nos digo, entonces, al final mi realidad es lo que pasa entre mi cerebro y la materia a través de la embajada incierta de los sentidos, una conexión cerebral o un ojo descompuesto lo alteran todo. Aparte y dentro, también, las palabras deforman sin fallar cuanta cosa indiquen, hacen aún más difícil cualquier posibilidad de contacto mientras nos ayudan a pensar que pensamos que se puede tocar algo.

Sí: lo que hay entre mis neuronas y los átomos del asiento es tan concreto como la dimensión de mis sueños, así de controlable, ella tan fútil y perfecta como cualquier otra. Esto me llena de una poderosa certidumbre, la sangre desciende entre las alas y yo soy las alas, así de concreto sin duda.

Cuchicheos detienen mi ausencia un instante y veo el automóvil que provocó el embotellamiento, al cual por fin estamos pasando. Mientras el bus se llena con expresiones de un asco morboso, acepto con estoicismo que hoy de nuevo llegaré tarde. De paso, miro de soslayo las pocas plumas que han quedado sobre el parabrisas y no me sorprenden en absoluto.

R.

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