R. Spiral comparte: Sábado 09:00 p.m (intento de prosa poética)
Así, ante el pequeño lote plantado con matitas de café, me supe. Abrí la boca como un dios deseoso de morir y rocé mis dedos entre sí para darme consistencia. Lenta y sutil la vida acaricia desde el interior de mis ojos que se multiplican hasta abarcar cada centímetro de piel, aire, y tiempo.
A mis espaldas una caminata sin sentido buscando sentido en un pueblo ajeno, cíclico. Los pies me guían hacia la fruta de la calle, una sonrisa que esto todo y todas roza mis dedos, soy real. Es ahora el pueblo el que viene a mí revelándose como pura novedad y deseo de mí, busca de mí, corazón de mí, que me invento sobre los pasos. Yo no existo.
Me imagino entrando a un pequeño restaurante donde seré feliz. Invento fresas, cerezas, agua, helados inverosímiles, todo con sabores y fragancias de mundos que aún no descubro porque no he querido crearlos. Soy un dios, me he dicho, aunque de bien poco me sirve si no me dejo morir con la noche entre saltos de alegría y la entonación monótona de ancestrales elegías.
Todo me es dulce aquí, tanto por lo irreal como por lo mío. Meto un cosmos en mi boca, se derrite, lamo bien la cuchara que es fría y sensual como la muerte a la que no devolví el saludo en el pueblo cíclico. Me divierte pensar en una historia universal colapsando en mi faringe, aún más pensar que otro dios ahora mismo me traga indiferente con una sonrisa idéntica a la mía.
Descubro de pronto que hay miel sobre la nieve, y me digo que he hecho bien al ponerla ahí. Todo es perfecto ahora, por lo cual debo irme. La paz nunca ha sido el fuerte de los dioses, tampoco el mío. Es mi deber salir de este sitio en el que soy feliz, inventarme de camino una casa, acoplar alucinaciones para armar mi cama, fingir la fatiga, besarme con ternura los ojos de la piel hasta cerrarlos todos y morirme un rato hasta que decida, infeliz, fabricarme ese día que bien sé que mañana tampoco vendrá.
Tejedor Espiral
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