Productores de suciedad
Leyendo el Diario ElPais.Cr, encontré con un interesante articulo acerca de la detestable capacidad humana de contaminar un comentario donde nos hace recordar lo sucia que tenemos el lugar donde vivimos y hasta hemos sidos capaces de contaminar fronteras que parecerían ridículas en algún tiempo atrás como es el mismo Espacio fuera de la tierra y que cada ves nos asfixiamos mas en nuestra inmundicia.
:::Productores de suciedad:::
Fuente: elpais.cr
Dos noticias que han dado la vuelta al mundo a través de las agencias noticiosas internacionales confirman la opinión de que somos una cultura -la actual- que gusta de vivir en medio de la basura, y procura ensuciar todo lo que la rodea. La primera señalaba que existen enormes manchas de basura (auténticas islas) flotando en los océanos, la segunda que estamos llegando al límite tolerable de basura "espacial", es decir, que estamos llenando la estratosfera de basura también.
La vocación de sucios, descuidados y desordenados se está imponiendo finalmente sobre lo más bello que existe: el cielo y el mar, fuente de inspiración de poetas y enamorados. Pero ello no debe de extrañarnos. La suciedad que nos rodea no es solamente física, es también moral, y esta suciedad física es una muestra más de la interior que carcome a enormes cantidades de seres humanos en el planeta.
Por ejemplo, la basura de la guerra, provocada por la industria armamentista que aprisiona a los gobiernos de los países más desarrollados para que la provoquen sin sentido ni razón, y que genera destrucción, soledad, orfandad, desamparo, y que es la muestra del más acendrado egoísmo humano.
La suciedad de la explotación de los países desarrollados y las empresas transnacionales que expolian los recursos naturales de los países menos desarrollados, dejando una estela de destrucción, contaminación y degradación del entorno natural, que es la prueba fehaciente de que la codicia y la ambición está por encima del respeto a los países pobres y la naturaleza.
La basura de la política, donde los representantes de los partidos políticos y los gobernantes elegidos por los pueblos manipulados y engañados por campanas venales, dan muestra de su asquerosidad ética y moral, pues lo único que les interesa es su propio beneficio personal o gremial, y para ello no se arredran ante la ilegalidad y la delincuencia, si es necesario.
La basura religiosa, donde distintas confesiones aprisionan las mentes de millones de personas ignorantes y manipulables a través de las más extrañas fantasías, mientras producen el odio y la desconsideración a la diversidad, llegando hasta la codicia por lo material -la riqueza, la comodidad, el lujo y el boato- como es el caso de las derivadas del judeo/cristianismo, o la ferocidad de la violencia y la opresión de las confesiones islámicas fundamentalistas.
La basura de sistemas educativos diseñados, adicionalmente, para crear masas manipulables donde existe educación formal, porque hay enormes extensiones el planeta donde ni siquiera existe el sistema, fáciles de conducir hacia estupidez colectiva que se manifiesta en la aceptación de toda la otra basura.
La basura de los medios de comunicación colectiva que no ofrecen más que violencia, bajezas morales, la exaltación de la codicia y la delincuencia, en vez de ser medio de educación de las masas, Son los instrumentos del consumismo, uno de los cómplices más evidentes de la generación de suciedad, material y moral, que nos agobia.
Y lo más triste de todo es que continuamos por un sendero que al parecer no tiene vuelta hacia atrás, que las posibilidades de corregir el rumbo es casi imposible, si no es del todo. Y que esta ha sido la historia de la humanidad. Sin embargo, en algunos países desarrollados se nota una paradoja: sus ciudades son limpias, ordenadas, respetuosas del ambiente e incluso estéticamente agradables, pero sus empresas transnacionales son depredadoras feroces e irrespetuosas cuando se ubican en países pobres para expoliar sus recursos naturales.
El mar y el cielo, ¡quien lo creería! Hasta allá hemos llegado en nuestra suciedad. Porque estas suciedades físicas son el producto de nuestras suciedades espirituales.
Por: Alfonso J. Palacios Echeverría
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