Voltaire y los perros




¡Saludos gente! de nuevo por el Blog, luego de haber pasado un par de días decaído por cuestiones personales. No obstante, ya estamos de vuelta y con el buen humor restaurado.


François Marie Arouet, más conocido como Voltaire; fue sin duda uno de los escritores más influyentes del devenir de la filosofía francesa, así como uno de los principales representantes de la época de la Ilustración. Un período que enfatizó el poder de la razón humana, de la ciencia y el respeto hacia la humanidad por encima de los preceptos teológicos. Y sentó las bases  que definirían la siguiente línea de pensamiento imperante durante poco más de dos siglos. 

Sus escritos siempre se caracterizaron por la llaneza del lenguaje, huyendo de cualquier tipo de grandilocuencia. Maestro de la ironía, la utilizó siempre para defenderse de sus enemigos, de los que en ocasiones hacía burla demostrando en todo momento un finísimo sentido del humor.

Uno de los pasajes que más me gustan de su obra, es aquel en donde a través de su propio "Diccionario de Filosofía" Voltaire realza la importancia de los perros. Por los que he encontrado conveniente compartir con ustedes dicha reflexión, para que tengan un singular material de lectura durante la hora del almuerzo.

El 'Perro' según Voltaire.


" Parece que la Naturaleza concediera el perro al hombre para su defensa y para su recreo. Es el más fiel de todos los animales; es el mejor amigo que puede tener el hombre.

Los hay de muchas especies, muy diferentes unas de otras. ¿Quién puede sospechar que el lebrel proviene originariamente del perro de agua? No tiene el pelo de éste, ni las piernas, ni la cabeza, ni las orejas, ni la voz, ni el olfato, ni el instinto. El hombre que en materia de perros sólo haya visto perros de agua y falderos, cuando por primera vez vea un lebrel, le tomará más pronto por un caballo pequeño que por un animal de la raza de los falderos. Es verosímil que cada raza haya sido siempre como es, exceptuando la mezcla de algunas en número insignificante.

Es chocante que la ley judía declarara inmundo al perro, como al ixión, al grifo, a la liebre, al cerdo y a la anguila; sin duda tuvieron alguna razón física o moral que nosotros no hemos podido descubrir.

Todo cuanto se refiere de la sagacidad, de la obediencia, de la amistad y del valor de los perros es prodigioso y debe ser creído. El filósofo militar Ulloa asegura que en el Perú los perros españoles reconocen a los hombres de la raza india, los persiguen y los despedazan; y que los perros peruvianos hacen lo mismo con los españoles. Este hecho prueba que una y otra especie de perros conservan todavía el odio que les inspiraron en la época del descubrimiento de América y que cada una de esas dos razas pelea por sus señores con la misma fidelidad y con el mismo valor que entonces. ¿Por qué la palabra «perro» se ha convertido en injuria? Se dice, manifestando ternura, «pichoncito mío», «palomita mía», y cuando estamos incomodados, llamamos «perros» a los que nos molestan. Los turcos, sin estar coléricos, dicen siempre con cierto horror despreciativo: «los perros cristianos». El populacho inglés, al ver pasar a un hombre que por su facha y su aspecto indica haber nacido en las orillas del Sena o del Loira, le llama comúnmente french dog (perro francés). Esta figura retórica es poco cortés y hasta injusta. El delicado Homero introduce al divino Aquiles, diciéndole al divino Agamenón que «es imprudente como un perro». Esto podía justificar al populacho inglés.

Los más celosos partidarios del perro deben confesar que este animal tiene audacia en las miradas, que hay muchos que son ariscos, que muerden algunas veces a los desconocidos, tomándoles por enemigos de sus señores, como los centinelas disparan sobre los transeúntes que se acercan demasiado a la contraescarpa.

¿Por qué los egipcios reverenciaron y adoraron al perro? Lo hicieron así, según se dice, porque avisa al hombre. Plutarco refiere que en cuanto Cambises mató al buey Apis, lo hizo asar y se lo comieron los convidados; ningún animal se atrevió a comerse los restos del convite, porque era profundo el respeto que tenían al buey Apis; pero el perro no fue tan escrupuloso, y comió carne y huesos del dios asado. De esto se escandalizaron los egipcios, y el perro Anubis perdió entonces parte de su fama. A pesar de esto, el perro continuó teniendo el honor de figurar en el cielo antiguo con las denominaciones de «grande» y de «pequeño perro».

De todos los perros, fue el Cerbero el que gozó de más reputación; tenía tres bocas. Hemos notado ya la predilección que tenían los antiguos por el número tres: Isis, Osiris y Orus fueron las tres divinidades de Egipto; tres fueron los hermanos dioses del mundo griego: Júpiter, Neptuno y Plutón; tres eran las Parcas, tres las Furias, tres los jueces del infierno y tres las bocas del perro que lo guardaba.

Notamos en este momento que hemos omitido escribir un artículo sobre los gatos. Pues he de decir que su sola referencia, haría de este texto un ensayo de arrogancia. Pero nos consuela de esta omisión, poder indicar a nuestros lectores que pueden leer la historia de éstos que escribió Moncrif, miembro de la Academia Francesa. Sólo notaremos que no hay gatos en el cielo, como si hay cabras, cangrejos, toros, becerros, águilas, leones, peces, liebres y perros. En cambio, el gato fue consagrado, reverenciado o adorado con el culto de dulía en algunas ciudades. Realmente tengo simpatía por los gatos...pues en su forma de actuar se parecen más a los dioses que a los hombres "


Por cada comentario en el Blog, "Manchas" les va guiñar el ojo... XD

¡Saludos!
Sendoshi Kurumada

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