La Mujer en el Mundo Musulmán



Cuando hablamos de Medio Oriente, la primera idea es relacionar este territorio como la parte más cercana al Mar Mediterráneo, pero abarca mucho más. En primer lugar, casi sin excepción, las sociedades que conforman el “mundo musulmán” comparten una historia de control hegemónico. La mayoría se convirtieron en estados nacionales y, todas han tenido que enfrentarse a los desafíos planteados por la construcción del estado, los cuales cargan con las tareas de levantar las estructuras socioeconómicas y sistemas culturales propios. Segundo, geográficamente hablando, este territorio designa una región de Asia comprendiendo desde Siria hasta la frontera irano-afgana, pasando por la Península Arábiga. Sin embargo los límites aún no están muy bien establecidos.

Nos referimos a lugares en los cuales la cultura da un vuelco de trescientos sesenta grados, países increíblemente diferentes en donde la comida, el idioma, e incluso el vestido, cambia en una manera radical. Aquí, si buscamos con mucho ahínco, encontraremos un “objeto” rara vez visto en las calles musulmanas: la mujer.

“Hubo una época en que las chicas de Kabul andaban en minifalda. Todo cambió para estas mujeres en la última década del siglo XX, cuando después de los soviéticos llegaron los mujadines, y fue peor cuando los talibanes tomaron la ciudad con su visión puritana del Corán. Entonces cayó la noche”.
El velo de las mujeres fantasmas - Anderson, Jon Lee, 2002

En estos lugares, a diferencia del resto del mundo, hay más niños que niñas. Generalmente la mayoría de los países empiezan con una proporción de nacimiento del 5% de chicos con respecto a las infantas, pero esto se resuelve prontamente pues los hombres, al participar en trabajos más riesgosos, mueren primero. Dicho caso no sucede en el Medio Oriente, donde las muchachas fallecen primero a falta de atenciones especiales, usualmente la mejor alimentación se les da a los varones pues su sangre es más preciada. Inclusive, en estos sitios es deshonroso no tener un joven en la familia. A causa de ello, aunque muchos lugares sean completas metrópolis, con calles y avenidas, es común verlas desdeñadas y siempre en plan de súplica, como si tuvieran que pedir perdón. Constantemente se las encuentra debajo de esos vestidos negros los cuales les cubren de pies a cabeza, y nunca andan solas.

Para ahondar un poco más en esta vestimenta, la burka como es llamada, se utiliza a partir de la primera menstruación, en otras palabras, cuando la niña está lista para tener su primera relación sexual. Antes de esto, es muy normal ver a las pequeñas correteando por ahí con ropajes normales.

“Imponer la burka fue como la última cosificación de la mujer. Fue como poner las estrellas a los judíos en el ghetto de Varsovia, o la banda rosada a los homosexuales en la época nazi. Obligar a una mujer a esconderse debajo de un mantón es marcarla de pecado, decirle que es sucia y, sólo así, envuelta en una bolsa, es aceptable”. El velo de las mujeres fantasmas - Anderson, Jon Lee, 2002

Estos atavíos cambian según los países donde se encuentren; en Jordania por ejemplo, no es necesario taparse todo el rostro, Aquí sólo las señoras más conservadoras o ancianas se cubren completamente; a diferencia de Egipto, donde sí es obligatorio portar todo el atuendo completo, independientemente si se tiene trece años o cincuenta.

Los matrimonios para estas chicas son tan difíciles como utilizar una burka en verano. Partiendo del hecho de que estas uniones son totalmente arregladas por conveniencia, donde una muchacha sin dote no es un humano útil y un hombre sin dinero... bueno, tampoco marca la diferencia. A partir de ahí, es casi imposible obtener el divorcio, aunque ella sea maltratada física o psicológicamente, su familia no la dejará apartarse por no cederle parte de los bienes.

“Mi suegro me encerró en un cuarto oscuro sin alimentos, ni agua durante tres días cuando opté por separarme de mi esposo. No me conceden el divorcio por miedo a que yo pueda reclamar un lote de tierra”. -Sher Ahmad Haidar, 2005-

El hecho de cuidarse unas a otras no las exime del maltrato. Aun las mismas suegras pueden abusar de ellas cuando lo crean conveniente. El Corán se los permite y, para ellas, esto es suficiente.

Ni siquiera en la calle están a salvo. Pueden ser las once o doce de la noche, y, si se corre con la suerte de ser hombre, no será asaltado pues la ley dicta que la paga por hurto es la amputación de la mano. Sin embargo si una mujer es violada, ella carga con la culpa; es metida a la cárcel, y si resulta embarazada, su hijo es asesinado.

Las mujeres en el mundo musulmán no poseen el derecho de trabajar, estudiar y, ni siquiera, de ir al hospital. En la actualidad, logran ir a clínicas privadas las cuales no pueden pagar pues los hospitales locales carecen de agua, electricidad, calefacción y quirófano. Es un sitio al cual sólo se va a morir.

“Pese al terror que reina en el país, las mujeres no vacilan a veces en rebelarse. Bajo la burka, Shamira lleva un vestido largo. Tiene anillos en las manos y las uñas de los pies pintadas. En su rostro ovalado brilla una mirada penetrante y levemente temerosa. Antes de que llegaran los talibanes, Shamira era catedrática de derecho en la Universidad de Kabul. Hoy enseña inglés en una de las numerosas escuelas clandestinas de Kabul, que reciben a unas ochocientas muchachas. En dos oportunidades durante la entrevista, Shamira se levanta y se acerca a la puerta. Cuando le pregunto qué teme, me responde que los vecinos podrían oírnos y avisar a los talibanes.

En Afganistán la delación es un mecanismo que funciona bien. Frente a tanta aprehensión, le pregunto: Si los talibanes llegaran ahora, ¿qué pasaría? La respuesta zumba como un latigazo: “Nosotras seríamos ahorcadas y ustedes arrojadas a un calabozo”. Elizabeth Drévillon, El Correo de la Unesco, octubre 1998.

La explicación más lógica hacia el comportamiento irracional de estos hombres incurre en el sentimiento de impotencia hacia el sexo femenino, siendo este más culto y por ende una amenaza contra el régimen en sí.

Aunque este gobierno llegó a su fin, todavía muchas de ellas evitan aceptar su libertad por miedo a la reacción tomada por los habitantes. Morirían apedreadas, por traicionar su “cultura” y vestirse como simples “prostitutas” occidentales. Si el conseguir comida en sí ya es bastante difícil por la prohibición de trabajo, ¿cómo han de sobrevivir adaptándose a su nueva independencia?

Con las Organizaciones No Gubernamentales expulsadas del territorio musulmán, la esperanza es muy poca, por lo menos ellos les otorgaban un poco de dignidad, provisiones con las cuales responder a los estómagos hambrientos de sus hijos y les permitía, a algunas médicas y enfermeras, seguir trabajando. En estos momentos permanecen en Kabul las Organización de las Naciones Unidas las cuales firmaron un compromiso con los talibanes el cual consta de lo siguiente: “La condición femenina en el país debe transformarse de acuerdo con las tradiciones afganas e islámicas”.

¿Cuál es el futuro de esas mujeres cuya existencia niegan totalmente los hombres controladores del poder? Con la partida de los occidentales, ¿los talibanes harán aún más férrea la ley que les permite ahorcar, lapidar y cortar manos en público?

Sirenne Queen

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