Este es mi Reino y Enjaula mi Libertad


En su cuento “La casa de Asterión”, incluido en el libro El Aleph, Jorge Luis Borges efectúa un original hipertexto del mito de Teseo y Ariadna. El escritor argentino ficcionaliza y personifica al minotauro, esa bestia mitológica híbrida, a quien le atribuye el derecho a un nombre propio.

Este intertexto desplaza al semi-toro de su condición de victimario para convertirlo en víctima, gracias a la eficaz utilización del conocido procedimiento de intertextualidad.

Minotauro, Borges y Asterión

Existen dos focos narrativos: la focalización interna en primera persona protagonista y la focalización externa en tercera persona, cuando Teseo finalmente comenta a Ariadna que la bestia no se había resistido a morir. Aquí asistimos a una elipsis temporal, laguna de acción sugerida por el blanco tipográfico que diferencia visualmente la presencia de ambos narradores. A diferencia de la salvaje bestia alimentada de víctimas humanas –el obligado tributo de Atenas a Creta–, Asterión es inocente del mal que provoca. Los hombres que ingresan a su “casa” mueren sin explicación, o al menos él no la revela... ¿Mueren del susto? ¿Los asesina sin saber que los está matando? ¿O la esperanza de la muerte anula toda conciencia de maldad?

Es que el minotauro considera la muerte como una salvación del suplicio, del encierro auto-impuesto al que se ha sometido en el laberinto de Cnosos, luego de sufrir la marginación del vulgo exterior. Su soledad y aburrimiento necesitaban fin. Desde que un prisionero profetizó la llegada de su redentor, aguarda esperanzado la salida de la cárcel...

Este cuento es una clara alegoría cristiana. En el mensaje literal encontramos a una bestia humanizada, que reflexiona y sufre. La lectura subliminal nos revela al hombre. El laberinto es metáfora del mundo. El redentor –Teseo, según un abordaje superficial– alude a Cristo, cuya llegada garantizará la trascendencia humana en el más allá, en virtud de las acciones buenas. Y el “lugar con menos galerías y menos puertas” es evidentemente el cielo, paraíso.

Como vemos, la mirada borgiana reformula la imagen negativa que la tradición había construido en torno al salvaje minotauro, convirtiéndolo en una criatura digna de compasión.

A continuación transcribimos la versión que Jorge Luis Borges elabora del mito. Gracias al procedimiento de intertextualidad, el escritor reelabora el comportamiento de la bestia mitológica conservando su aspecto característico.

También es hijo de la reina de Creta, Pasifae, y de la encarnación del dios Poseidón en un toro blanco. Pero existen variantes en relación al mito original: el número de prisioneros que entran a su casa, el concepto de “infinito”, la alegoría religiosa… Ahí va “La casa de Asterión”.

Un Minotauro Humanizado

"Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión"
(APOLODORO, Biblioteca, III, I)

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito –1– están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa.

Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar.

No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el del otro Asterión.

Finjio que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes.

La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Esto no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos.


La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá que me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas.

¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba un vestigio de sangre.
- ¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.
A Marta Mosquera Eastman
-1- El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos.


En la mitología griega, el minotauro era una criatura mitad hombre, mitad toro. Vivía en el centro de un intrincado laberinto construido por el célebre arquitecto Dédalo y su hijo Ícaro, diseñado a pedido del rey cretense Minos, con el objetivo de mantener encerrada a la bestia.
El histórico palacio de Cnosos es habitualmente identificado como el correlato geográfico de tal laberinto. El animal fue derrotado y asesinado por el héroe ateniense Teseo, gracias a la ayuda de la enamorada Ariadna –a su vez hermana del minotauro–.


La Historia del Minotauro -Parte I-

En la lengua helénica, “minotauro” significa “el toro de Minos”. Éste era conocido en Creta con el nombre de “Asterión”, apelativo compartido con el bisabuelo de Minos.

Después de que ascendiera el trono de Creta, Minos luchó contra sus hermanos por el derecho a gobernar. Rogó al dios olímpico Poseidón el envío de un toro blanco como la nieve, como muestra de su aprobación en tal empresa.

Él debía sacrificar el toro en honor de Poseidón –practicar una hecatombe– pero la belleza del animal lo tentó a conservarlo, matando otro menos bonito.

Para castigar esta acción de desobediencia, Poseidón hizo que la reina Pasifae, esposa de Minos, se enamorara de ese toro y engendrara al híbrido minotauro.

Le pidió a Dédalo, el famoso arquitecto, que le fabricara una vaca de madera. De esta manera, la reina se ubicó en la trampa para seducir el toro blanco. El descendiente de esta cópula artificial fue el citado monstruo cretense.

Ninguna versión del mito ha sido expresada de modo más sucinto que la de Herodes, atribuida a Ovidio, donde la hija de Pasifae se queja de la maldición de un amor no recompensado: “el aspecto del toro disfrazó al dios, y Pasífae, mi madre, fue víctima del toro engañoso, cargando con la reprobación y la culpa que no le correspondían”.

Varias interpretaciones literarias e históricas consideran que la maquinaria de la copulación artificial puede simbolizar la unión mística de la humanidad con las deidades, y que estos mitos provendrían de la cultura extranjera minoica, que influenció a los helénicos.

Minotauro, según lo imaginaron los griegos, tenía cuerpo de hombre pero cabeza y cola de toro. Su madre Pasifae lo habría cuidado durante su infancia, hasta que éste creció y se transformó en una bestia feroz.

Minos, después de recibir consejo del oráculo en Delfos, mandó construir a Dédalo un laberinto gigantesco para encerrar al minotauro, situado cerca del Palacio de Cnosos.
Pero entonces sucedió que Androgeo, hijo de Minos, resultó asesinado por una horda de atenienses celosos de las victorias que el príncipe atleta había obtenido durante el Festival Panateneo. Otros afirman que un toro lo mató durante una maratón, por orden del rey ateniense Egeo.


La Historia del Minotauro -Parte II-

La versión más común es que Minos emprendió la guerra para vengarse la muerte de su hijo y la ganó. Según la variante de Cátulo, Atenas estaba siendo afectada por una terrible peste, a causa de asesinado a Androgeo.

Entonces los ciudadanos preguntaron a Minos qué podían hacer para detener esa cruel plaga y el rey cretense estipuló el requisito de enviar siete doncellas y siete jóvenes cada nueve años, para ser devorados por el monstruo.

Cuando fue la hora del tercer sacrificio, Teseo se ofreció voluntariamente para ir a matar al animal. Prometió a su padre Egeo que, de vencer, colocaría una vela blanca en la embarcación de retorno. Si moría, sus marineros habrían de colocar velas negras. Ya en la isla de Creta, Ariadna, la hija de Minos, se enamoró del héroe Teseo y lo ayudó a sortear exitosamente el obstáculo del laberinto. Le otorgó un ovillo de hilo para ir trazando la trayectoria y poder salir de él.

Así, Teseo mató a la bestia con su espada y condujo a los demás atenienses fuera del laberinto. Ariadna huyó con él, pero una versión del mito afirma que su amante la abandonó al llegar a la isla de Naxos.

Según Homero, fue Artemisa quien mató a Ariadna, en base al testimonio ofrecido por el dios Dionisio. Fuentes tardías divulgan que Teseo la olvidó dormida en la citada isla griega y allí la princesa de enamoró de Dionisio.

La escena en que este dios descubre a Ariadna dormida se convirtió en un tema común en el arte grecorromano. También la relata Cátulo. En su viaje de regreso a Atenas, la nave en la que viajaba Teseo fue asediada por una terrible tormenta que dio lugar a la pérdida de las velas blancas. Por este motivo, debió mantener las velas negras el resto del viaje. Su padre, al ver llegar el navío, creyendo que su hijo había muerto, se lanzó desde un acantilado sobre el mar que baña las costas del hoy llamado mar Egeo, bautizado en homenaje al citado personaje mitológico.

El rey cretense Minos, furioso por la huida de Teseo, encarceló al arquitecto del laberinto, el glorioso Dédalo, y también a su hijo Ícaro. Ambos fueron recluidos en una alta torre.
Ícaro y Dédalo planearon escaparse fabricando alas con las plumas de las aves que volaban cerca de la torre, pero Ícaro murió durante el escape porque había volado demasiado arriba –dado que deseaba ver el carro dorado de Apolo– y entonces la cera que unía las plumas se derritió.
Cabe mencionar que la pelea que libraron Teseo y el minotauro fue representada con frecuencia en el arte griego.


La Historia del Minotauro -Parte III-

Algunas inscripciones muestran un vértice del laberinto donde se halla el héroe Teseo, y en el otro extremo se dibuja al temible minotauro rodeado de pequeñas esferas, que probablemente representan estrellas, dado que uno de los nombres del monstruo era Asterión (que significa “estrella”).

La caída del minotauro marcó la suspensión del tributo ateniense al gobierno de Creta. Se han hallado las ruinas del palacio de Minos, en Cnosos, pero no existe ninguna evidencia de la construcción del laberinto mitológico. Sin embargo, el gran número de habitaciones, escaleras y pasillos que tenía el palacio ha llevado a los arqueólogos a creer que el edificio en sí era la fuente de inspiración del mito.

Por otra parte, algunos arqueólogos y mitólogos contemporáneos creen que el minotauro es una personificación minoica del dios fenicio Baal-Moloch.

Según A. B. Cook, Minos y el minotauro son dos formas del mismo personaje, que simbolizaría al sol-dios de los cretenses. Cabe mencionar que la hipótesis es viable: este pueblo representaba al Sol con la forma de toro.

Por este motivo, Cook y J. G. Frazer explican la unión de Pasifae con el toro como una “ceremonia sagrada”.

Aquí, una visión distinta del extraño triángulo amoroso entre Teseo, Ariadna y el minotauro. El ovillo dorado.

Personajes : Ariadna – Teseo – Minotauro – Rey Minos – Pasífae. (La acción transcurre en la isla de Creta, en Grecia)

Una visión teatral del Minotauro

Acto único

Escena I

(Teseo y Ariadna se despiden en la puerta del laberinto construido por el mítico arquitecto Dédalo, prisión donde yace encerrado el minotauro.)

Ariadna.- (con voz temblorosa) Teseo, amor mío... (derrama una lágrima) Prométeme que te cuidarás.

Teseo.- (sonriendo) Descuida, no me sucederá nada. Tu brillo me salvará. (Teseo da media vuelta e ingresa al laberinto apretando el hilo dorado entre sus manos. Se despide de Ariadna y desaparece en el corredor de piedra.)

Ariadna.- (sola) No te preocupes, yo te protegeré; es por ti por quien vivo. Y de ser necesario, será por ti por quien muera (entra al laberinto, escondiéndose de la mirada de Teseo, y sigue el rastro de su amante.) Pienso en ti y mi vida se estremece.

Escena II

(En el palacio de Creta)

Pasífae.- (furiosa) ¿Dónde está mi hija? ¡Exijo que me respondan!

Rey Minos.- (estupefacto) ¿Qué es todo este alboroto en nuestro palacio? ¿Cómo puede ser posible que tales gritos procedan de una dama?

Pasífae.- ¡Sospecho que nuestra hija se fugó con uno de los prisioneros atenienses!

Rey Minos.- (incrédulo) ¿Con quién?

Pasífae.- Con el hijo de Egeo. ¡Esto es por tu culpa! ¡mandaste a Teseo al laberinto, lo cual hizo que nuestra hija abandonara la calma y la tranquilidad de su hogar para intentar rescatar a su amado!

Rey Minos.- Habrá sido una locura juvenil, la cual tendrá su merecido castigo.

Escena III

(Dentro del laberinto Ariadna continúa persiguiendo a Teseo)

Teseo.- Me siento observado ¿qué es esa sombra? (da media vuelta para ver mejor) Percibo que algo se esconde entre las paredes de este laberinto (vacila) Debe ser mi imaginación (sigue avanzando) ¿Dónde puede estar ese monstruo de cuernos tan horribles? ¿Qué pared será tan alta como para ocultar tanta fealdad? Siento que la hora señalada se está acercando, y con ella huelo el sabor de la muerte, pero no de la mía, sino de la horrorosa criatura (se detiene) ¡Allí está, durmiendo! Puedo escuchar su húmeda respiración; puedo oler la sangre de las víctimas que emana de su boca... (baja el tono de su voz) No puedo hacer ruido, temo que despierte...

Debo ser cuidadoso y no caer en la desesperación (se acerca al minotauro, eleva su espada reluciente sobre la cabeza de toro, y exclama) ¡Esto es por los hombres que has matado y...

Ariadna.- (vociferando) ¡Detente! ¡No permitiré que lo hagas! (El minotauro se despierta)

Teseo.- (sorprendido)
¿Qué haces aquí, Ariadna?

Ariadna.- (fingiendo inocencia) ¡No lo sé!

Minotauro.- (irritado) Yo sí lo sé. Tú (dirigiéndose a Teseo) vas a ser mi cena.Teseo.- (valeroso) ¡No podrás conmigo! (a Ariadna) ¡No temas, yo te cuidaré!

Ariadna.- (melancólica) No es por mí por quien temo...(El Rey y la Reina irrumpen en el laberinto)

Rey Minos.- Ariadna, hija mía, ¿qué haces aquí? ¡Tu madre te ha buscado por todas partes!

Ariadna.- ¡Déjame en paz, padre! Si vine aquí ha sido por amor.

Rey Minos.- Tú sabes que Teseo podrá salvarse de la muerte gracias a tu ayuda, así lo profetizan los oráculos. No puedes hacer nada más aquí, estás poniendo en juego tu vida sin sentido.

Ariadna.- (con tristeza) Es que ninguno de ustedes lograría comprenderme. Sólo mi corazón y yo sabemos lo que ocurre.

Teseo.- (turbado) Ariadna, por favor, explícame qué sentimiento podría ser más profundo que el que existe entre nosotros dos.


Minotauro.- (interrumpiendo la conversación) Eso, por favor, explíquenme rápido qué está pasando aquí. Vienen a estorbar mi sueño y todavía no logro comprender la situación. A propósito, estoy empezando a sentir hambre...

Pasífae.- (espantada) ¡Cálmese, minotauro, ya nos marchamos!

Minotauro.- (impaciente) No se tarden (refunfuñando) estos juegos amorosos no me agradan.

Ariadna.- (nerviosa) Creo que ha llegado el momento de confesar lo que siento (mirando a Teseo) Debo decirte que no es a ti a quien amo. El obsequio del ovillo dorado no ha sido para salvarte de las garras del minotauro sino para seguirte yo misma y salvarlo a él, mi amado, de tu espada valerosa.

Teseo.- (balbuceando) ¿Qué quieres decir, Ariadna? (con desesperación) ¿ibas a dejar que me matara? ¡No puedes enamorarte de una fiera!

Minotauro.- (acongojado) ¡Seré una fiera, pero mi corazón no es una piedra! (lloriqueando) Yo... confieso que nunca, nadie, jamás, me había mirado con tanta ternura (una lágrima infantil atraviesa su áspera mejilla) Ariadna, el brillo de tu mirada me ilumina y le da sentido a mi existencia miserable. Soy una fiera, sí, pero mi corazón no es de piedra.

Teseo.- (cabizbajo) Me voy. Ya no tengo nada más que hacer en esta historia (Sale del laberinto.)


-TELÓN-

Una explicación histórica del mito se refiere al tiempo en que Creta era la principal potencia política y cultural del Mar Egeo, por encima de Atenas o Esparta. Mientras la novata Atenas (así como, probablemente, otras ciudades griegas continentales) estaban bajo tributo de Creta, los historiadores deducen que es lógica la aceptación del pago de un gravamen tan costoso, que implicaba el sacrificio de jóvenes hombres y mujeres en las fauces de la bestia bicorne.

Una vez que la Grecia continental estuvo libre de la dominación de Creta, el mito del minotauro funcionó como un medio de distanciamiento del sentido religioso de las incipientes polis helénicas frente a las creencias minoicas.

Referencias artísticas y literarias al Minotauro

Ya mencionamos que Jorge Luis Borges relata la historia del solitario minotauro, con una visión diametralmente distinta, en su cuento breve “La casa de Asterión”. También en la Divina Comedia, escrita por el italiano Dante Alighieri, el protagonista y Virgilio enfrentan la “infamia de Creta” en el séptimo círculo del Infierno.

Dante había conocido al monstruo mitológico luego de leer el Arte Amatorio de Ovidio, donde el escritor latino lo describe como un hibrido de hombre y toro. Pero se cree que Dante desconocía las numerosas imágenes del minotauro que forman parte de la rica iconografía de la antigua Grecia.

Aunque Dante nunca describe al monstruo explícitamente, el uso de verbos parece implicar que el poeta lo imaginaba con cuerpo de hombre y cabeza de toro, tal como el dibujante y pintor Gustave Doré lo representó.

En la obra literaria de Mary Renault El rey debe morir, el minotauro es el heredero del trono de Creta. Se lo representa con una máscara de oro, siempre con fisonomía taurina. La segunda parte de la ficción histórica escrita por David Gemmell, titulada El león de Macedonia, el personaje bautizado como “El Príncipe Oscuro” tiene todas las características anatómicas de un minotauro clásico.

La trilogía de Thomas Burnett, El minotauro de Swann, representa a dos sobrevivientes de una raza antigua de minotauros inteligentes y reflexivos que viven en los bosques de Creta junto a otras criaturas mitológicas. Además, el escritor contemporáneo Michael Ende utiliza la figura del minotauro y también apela al laberinto como puntos de partida de su libro El espejo en el espejo.

Por su parte, Víctor Pelevin narró el mito del minotauro en su novela corta El casco del horror, del año 2006. El minotauro –también conocido como Asterión– es un importante personaje de la serie épica de fantasía El juego de Troya, de la escritora australiana Sara Douglass, donde este semi-toro es el principal antagonista de la historia. El monstruo cretense sigue de cerca el comportamiento ofrecido en el relato mítico de Teseo y Ariadna.

Otros Minotauros de la Literatura

Otro minotauro, también bautizado Asterión, constituye uno de los protagonistas de la nouvelle De las reminiscencias de los niños de la Migración Occidental, escrita por Karen Russell y publicada durante el año 2006 en una colección de historias breves llamada St. Lucy's Home for Girls Raised by Wolves (“El Hospicio de Santa Lucía para Niñas Criadas por Lobos”).

En El minotauro de Pamplona, Rhys Hughes concibe al minotauro como un competidor de las “encerronas” en el taurino Festival de San Fermín, encuentro célebre en España.

Y en novela surrealista de Steven Sherill El minotauro que fuma un cigarrillo descubrimos al animal trabajando como chef en un restaurante ficticio de Carolina del Norte. Por su parte, en la Saga de Dragonlance, esta bestia bicorne habita en un imperio submarino que ha conquistado varios reinos terrestres.

Con respecto al ámbito pictórico, André Masson, René Iché y Georges Bataille sugirieron a Albert Skira el título Le Minotaure para su publicación de artes visuales, que se editó desde 1933 hasta los inicios de la Segunda Guerra Mundial, en 1939. Más tarde se reeditó con un título emparentado: Le Labyrinthe.

Además, la bestia cretense es un personaje que se repite en las ilustraciones de Stanley Donwood. De la misma manera, el ilustrador Gustavo Doré lo retrata en las láminas de una célebre edición de la Divina Comedia.

Por último, el minotauro concebido por Remedios Varo es la representación de un animal de sexo femenino.

Escritor argentino Julio Cortázar escribió su pieza teatral Los reyes en el año 1949. Ésta propone otra original variante del tópico taurino.

En una entrevista, el escritor se refiere al génesis de la obra de la siguiente manera:


“La idea nació en un colectivo (…) Un día, volviendo a mi casa, en un viaje en que te aburres, sentí la presencia de algo que resultó ser pura mitología griega. Le doy la razón a Jung y a su teoría de los arquetipos: todo está en nosotros. Hay una especie de memoria de los antepasados y, por ahí, anda un archibisabuelo tuyo que vivió en Creta, 4000 mil años antes de Cristo y, a través de los genes y cromosomas, te manda algo que corresponde a su tiempo y no al tuyo, y tú, sin darte cuenta, escribes un cuento o una novela y en realidad estás transmitiendo un mensaje muy antiguo y muy arcaico (…) No sé encontrar otra explicación, aparte de que es una obra muy bonita”.

El Minotauro de Julio Cortázar

A diferencia del comportamiento siniestro del feroz minotauro griego, el de Cortázar es un ser inocente que espera ansiosamente la entrada de los atenienses para jugar y danzar con ellos. Cuenta Cortázar que “esta inversión del tema, era una cosa un poco heterodoxa y causó un cierto escándalo en medios académicos, pero a mí me divirtió escribirla. Aunque incluso el lenguaje parece que viene de alguien que no soy yo. Los reyes está escrito en un lenguaje muy suntuoso…”

Otro de los elementos polémicos es la presencia explícita del incesto. Ariadna, en la versión cortazariana, se enamora de su hermano bestial. Otorga a Teseo el ovillo no con el objetivo de que éste asesine a la bestia y pueda salir, sino para que el minotauro mate a Teseo y pueda él mismo salir al exterior para reencontrarse con la princesa amante.

A continuación transcribimos algunos pasajes de la obra, donde se torna evidente la soledad y el dolor de este “prisionero”:

“Oh sus dolidos monólogos de palacio, que los guardias escuchaban asombrados sin comprender. Su profundo recitar de repetido oleaje, su gusto por las nomenclaturas celestes y el catálogo de las hierbas. Las comía, pensativo, y después las nombraba con secreta delicia, como si el sabor de los tallos le hubiera revelado el nombre... Alzaba la entera enumeración sagrada de los astros, y con el nacer de un nuevo día parecía olvidarse, como si también en su memoria fuera el alba adelgazando las estrellas. Y a la siguiente noche se complacía en instaurar una nueva nominación, ordenar el espacio sonoro en efímeras constelaciones...”


“Envuelto en el silencio vacuno que ha presidido su amargo crecimiento, paseará con los brazos cruzados sobre el pecho, mugiendo despacio.”

“Habrá tanto sol en los patios del palacio. Aquí el sol parece plegarse a la forma de mi encierro, volverse sinuoso y furtivo. ¡Y el agua! Extraño tanto al agua, era la única que aceptaba el beso de mi belfo. Se llevaba mis sueños como una mano tibia. Mira qué seco es esto, qué blanco y duro, qué cantar de estatua.”

Ningún artista plástico ha convertido en símbolo tan recurrente la imagen del minotauro como el pintor malagüeño Pablo Picasso. Este animal híbrido aparece en muchos de sus trabajos, especialmente en los que corresponden a la década del 30.

En algunos es retratado como un ser perverso, que viola y mata, pero en otros cuadros se lo muestra más como un amante que como un monstruo, en una relación consensuada con una mujer. Algunos críticos sugieren que Picasso utiliza al minotauro para plasmar la fuerza incontenible de sus impulsos sexuales.

De esta manera, el minotauro se convertiría en una especie de “alter ego” del artista, por medio del cual éste retrata los avatares de su vida íntima.

Picasso, el Minotauro y la Tauromaquia

Cabe destacar que la identificación del pintor con figuras de sus lienzos es común: en su “época rosa” proyectaba sus experiencias en el personaje del “arlequín”, mientras que en los años `50 se identifica con el protagonista de la serie de El pintor y la modelo. Según Paloma Esteban leal, la bestia cretense bicorne está cargada de una simbología evidente, que es inseparable de los otros motivos taurinos picasianos, el mundo español y la religión minoica.

Como precedente es necesario mencionar el culto persa de la deidad Mitra; se han conservado motivos iconográficos que la muestran sacrificando a un toro. El semi-toro, como personaje, aparece por primera vez en el lienzo de Picasso hacia el año 1933, mostrando su sexo desinhibidamente y un cuchillo. Siempre se lo retrata con un carácter hedonista, obsceno, soberbio, orgiástico.

En los grabados donde se lo representa como un animal ciego, se combina la mitología minoica con el mito griego, en especial la historia de Antígona, hija de Edipo. Los críticos la han interpretado como una “ficcionalización plástica” de Marie-Thérèse, la mujer con quien Pablo Picasso engañó a su esposa Olga Koklova.

Cuando la historia se encamina a la eclosión de la Guerra Civil española, hacia 1936, el minotauro es paradójicamente dotado de colores, cromatismos, dinamismo... Se lo retrata con diferentes materiales: gouache, lápiz, óleo, tinta china, entre otros.

Entonces hace su aparición la figura repetitiva del caballo, y Dora Maar es la dama que reemplaza a Marie-Thérèse en la representación del minotauro como símbolo de pasiones incontenibles e irracionales. Nuevamente, obra y biografía parecen ir de la mano. Mención aparte merece el minotauro dolorido retratado en el mural Guernica, cargado de simbología ideológica y de denuncia social.

Escrito por: Marisa E. Martinez Persico

Editado por: Geovanni "Notto"


Geovanni "El esclavo de la Razón, y el laberinto de ella" Notto...

Comentarios

Anónimo dijo…
Gracias por la cita. Me causó gracia tu afición a las PERAS(¡!)

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