La Fecha (un cuento para la Nostalgía)

10 de Setiembre...

Un día que para muchos puede que no signifique nada. Pero para mi lo era todo… Oh al menos, eso creía.

Mientras camino por la ciudad, las estrellas ya han comenzado su danza en el cielo. Un movimiento sublime, jocoso, casi imperceptible. Tal vez solo sea el tintinar de sus luces. Pero siempre que las veo, me aborda la nostalgía.

Hace frío. Brisa nocturna. Pronto llegará el invierno…

Me ajusto la bufanda y me soplo las manos. Cuento una vez más las monedas en mi chaqueta. Miro a mí alrededor. Suspiro.

Los cuchicheos de las bellas muchachas evidencian que pronto volverán a casa. Se encuentran con sus amigas y ríen. Cuentan sus anécdotas de trabajo y universidad. Las de mejor suerte, quizás una velada con su amado. También se escuchan risas de hombre. Aunque estas últimas no me interesan. Quizás solo desean llenar sus gargantas con el primer trago de la noche.

El estridente timbre de celular… La luz de una farola. Una envoltura de chocolate, colillas de cigarrillo. Da lo mismo. Después de todo… San José nunca cambia.

Mientras camino por la avenida central, los recuerdos de aquellos días llegan a mi mente con cada paso. Dibujando en mi rostro una leve sonrisa. No se puede decir que sea una sonrisa de alegría. Aunque para la tristeza se hicieron las lágrimas.

Llegó a la plaza y disminuyo el paso. Taciturno. Cabizbajo más no ansioso. Tan solo un poco agitado.

Busco ese sitio. Nada sorpréndete para un ambiente urbano. Es tan solo una banca. Ahí fue donde comenzó todo. Las cosas bellas. Las amargas. Las risas. Las lágrimas. Las discusiones y las noches tibias. Sí, también recordaba aquellas noches en que su padre entraba a la casa borracho y le pegaba. Y sollozando le suplicaba que la dejase entrar a su habitación, que no pasaba nada. Más los gritos “No lo vuelvo hacer”. Eso también lo recordaba.

Si bien es cierto que muchos eran recuerdos dolorosos. Pero los buenos recuerdos eran sus favoritos. Especialmente aquellos de la cafetería.

Me miro a los ojos y sonrió lentamente, como temiendo mi reacción a su sonrisa. No pude decir nada, estaba muy distraído como para decir algo coherente. Ya varias veces había tratado de que esa sensación se apoderara de mí. Esa era la fantasía que me desvelaba los sueños de las noches en que tenía insomnio.

Existen personas que nunca crecen. Siguen divulgando cuentos de hadas por ahí como si fueran ciertos, como si fueran historias que suceden todos los días. Yo la verdad fingía no hacerles caso. Quizá por el miedo de separarme de lo único que tenía casi por seguro en esta vida. Era la de formar de lidiar con mis propios métodos un lugar donde pudiera recobrar y mis sueños. Ella pensaba de la misma manera. Tal vez sea por eso que me gustaba tanto.

Ya ha pasado una hora. La noche esta más oscura y la avenida casi vacía. La gente se ha ido para dar paso al silencio.

Supongo que esta es la parte donde los hombres solitarios, fuman un cigarrillo. Más no para alguien que no posee ese vicio.

10 de Setiembre… Un día que para muchos puede que no signifique nada. Pero para mi lo era todo… Oh al menos, eso creía.


Andrés Vargas Echandi.
Diciembre 2006

Sendoshi Kurumada

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