Conociendo el Haiku - Capítulo 2: ¿Por qué el haiku es tan corto? (entre otros detalles)


Hacia el mínimo poema


Al igual que otros tantos aspectos de su cultura, la primera poesía escrita en el Japón estuvo fuertemente influenciada por las maneras chinas. Eso fue particularmente fuerte entre los siglos VIII y XII. De todas éstas, se hicieron particularmente populares (por razones de pensamiento, ya citadas, así como de afinidad fonética) aquellas que poseían una estructura basada en la alternancia de versos de cinco y siete sílabas. Ya hacia el siglo XI estaba consolidada la forma de poesía japonesa por excelencia, el tanka, poema de treinta y un sílabas dividido en dos estrofas de diecisiete y catorce sílabas respectivamente, con una métrica ideal de 5-7-5 / 7-7.


Esta pauta se ve favorecida, en el caso del idioma japonés, por su enorme capacidad de síntesis y su rica polisemia. Es una lengua que, en palabras de Donald Keene, a menudo sugiere mucho más de lo que indica. Eso propicia que su poesía sea capaz de abarcar cantidad de referentes simbólicos de su cultura con un mínimo de palabras. Por causa de ello, es usual el hallar poemas japoneses con dos o tres traducciones sensiblemente distintas, siendo todas perfectamente válidas. Además, el darle cierto ritmo breve y regular a la poesía, como en casi todas las lenguas, favorece la musicalidad que facilita su memorización; eso en lengua nipona es fundamental porque, pese a sus virtudes, es un idioma que casi no permite rimas.

En el siglo XII comienza la llamada Edad Media japonesa, que se extiende por más de seis siglos. Es un tiempo atravesado por una sucesión de terribles guerras internas, dado que la autoridad imperial estaba debilitada y eran numerosas la familias de nobles feudales que querían hacerse con la supremacía político-militar, llamada luego shogunado. Este período de sangre es también uno en el que se da un impresionante florecimiento artístico y espiritual.


Una de las formas poéticas que se fue volviendo cada vez más popular para entonces se llama renga (algo así como “canción o poema entrelazado”). Consistía este en un muy sofisticado ejercicio de creación colectiva, en la que se iban enlazando tankas compuestos de modo alternado por los participantes, en los que se aplicaban un estructurado conjunto de reglas y temas. Se comenzaba con un hokku o estrofa de apertura de diecisiete sílabas, seguido de un wakiku de catorce sílabas, al que seguían una tercera estrofa de diecisiete, una cuarta de catorce, y así sucesivamente. Por las transcripciones que han perdurado sabemos lo usual de que llegaran a ser muy extensos.


Se le daba enorme importancia al hokku, dado que este sugería el tema principal, el entorno temporal y el tono anímico con que el resto de los poetas debía continuar para dar coherencia al renga. Dada la evidente complejidad de registrar los poemas colectivos completos, progresivamente se fue imponiendo la costumbre de conservar solamente la estrofa inicial, lo cual le fue dando cierta independencia. Ya hacia el siglo XV, algunos poetas se aventuran a componer y coleccionar solamente hokku.

Uno de los motivos por el cual este tipo de poesía grupal llegó a ser tan popular, fue debido a que era un ejercicio más bien festivo en el cual se podía escapar de la dura realidad de las guerras que destrozaban al país, así como de otras preocupaciones. Era algo especialmente cultivado por los samurais, y no era extraño que los guerreros se reunieran para componer renga antes de las batallas o en los períodos entre campañas militares. Era tanto un ritual de recreación como de comunión; para muchos, este tipo de ceremonia poética era vista como la última oportunidad para compartir gozosamente con sus amigos y compañeros.


Sin embargo, con el paso del tiempo la rigidez del renga comenzó a ser mal vista por algunos jóvenes poetas que deseaban conservar la dinámica de la creación colectiva, pero de modo más lúdico y flexible. Eso derivó en que para mediados del siglo XV y casi todo el XVI se le opusiera una forma semejante en la estructura pero distinta en los temas y motivos: tendía más a la sátira, o la búsqueda de imágenes brillantes o juegos de palabras ingeniosos, era un divertimiento mucho más liviano. Además, usaba el lenguaje de la gente común, en vez de las formas anticuadas de la nobleza. Se le llamó haikai, y a su forma entrelazada, haikai no renga. Tuvo este movimiento una doble consecuencia: hizo mucho más accesible la experiencia poética para muchos fuera de las clases privilegiadas, pero la calidad general de estos nuevos renga era, a menudo, deplorable.


Tal situación no se vio revertida si no hasta principios del siglo XVII. Japón cambiaba significativamente en aquel entonces: el clan Tokugawa se había hecho con el poder e iniciado un período de relativa paz interna que se extendería por doscientos cincuenta años. El archipiélago estuvo casi totalmente aislado del resto del mundo durante ese tiempo; se había prohibido terminantemente la salida de cualquier barco japonés o el ingreso de casi cualquier navío extranjero, en especial europeo, debido a la enorme tensión que se había llegado a tener con los comerciantes occidentales y los problemas generados por las rebeliones de campesinos cristianos en el sur del país.


Con dicha calma, la vida urbana floreció. La capital, Edo (hoy Tokio) se convirtió en un sitio propicio para la diversión, el placer, junto a todo tipo de manifestaciones artísticas y culturales que se habían visto afectadas por los largos siglos de guerra. La segunda mitad del siglo XVII fue, de hecho, la edad de oro de las letras niponas.


Bajo este clima favorable es que un joven compositor de haikai toma el género y le da un vigor nuevo, basado en una visión espiritual pero aterrizada del mundo, convirtiéndole en alta poesía. Su nombre era, justamente, Matsuo Bashô.

En la próxima entrega, una reseña de la vida y obra de los y las más grandes maestros del haiku.

Nyoze Spiral


Comentarios

Writter-sama dijo…
waaaa espero la tercera entrega con ansias!!!

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