A Ojos Cerrados (o del valor de amar en los tiempos de dolor)
Es bastante ya lo que se ha escrito sobre esta película, la cual ha adquirido en tiempo récord el status de fenómeno social, mediático, y ha generado en general una nueva apertura y confianza en las posibilidades del cine costarricense. En algún sentido, este filme ha tocado la sensibilidad de muchos ticos de modos en que esfuerzos anteriores no lo han hecho.
Cuando me detengo a pensar en ello, vislumbro varias causas, que pueden estar tan equivocadas como quizá intuir algo. Una de ellas está en algo semejante a una campaña viral (hay que reconocerlo, los productores de la película trabajaron duro en darle visibilidad antes del estreno, ya fuera en medios destacados o por publicidad de boca en boca). La otra, en la excepcional tenacidad demostrada por el director y su equipo en darle continuidad a dicho esfuerzo tomando en cuenta la espera de casi dos años entre el final de la filmación y el estreno. En buena parte, creo (es algo en lo que volveré pronto) por el abordaje natural tanto de algunos personajes como de algunas situaciones en la película, generando una gran identificación entre los espectadores. Y, sin duda, los innegables méritos formales, al menos los justos como para permitir perdonar los múltiples defectos que se le pueden achacar al filme. Pero es mejor no adelantarse; vamos por partes.
::Ficha Técnica::
Título: A ojos cerrados
Género: Drama / largometraje
Formato: HD (levantado a 35mm)
Producción, guión y dirección: Hernán Jiménez.
Con la actuación de:
Carlos Luis Zamora (Gabo), Anabelle Ulloa (Maga), Carol Sanabria (Delia).
Asistencia de dirección: Jurgen Ureña
Producción: Mariana Rivera y Jose Pablo García
Fotografía y luz: Maricarmen Merino
Dirección de Arte: Paz León
Música original: Alex Catona
Cámara y edición: Hernán Jiménez
Sinopsis:
Delia (Carol Sanabria) es una joven y prometedora ejecutiva en la bolsa de valores, aparentemente huérfana, que vive junto a sus abuelos Gabriel (o "Gabo") y Maga. Ella es una mujer activa y pedante a la vez. Sus abuelos llevan entre la gracia y la resignación un afecto de toda una vida. Tras de ciertas escenas cotidianas en las que irradian el afecto y el humor, vemos a Delia cerrar exitosamente una arriesgadísima transacción, la cual la llevará a convertirse en la coordinadora de la fusión de una textilera costarricense con una poderosa empresa extranjera. A sus 27 años, Delia recibe la oportunidad que podría asegurar financieramente su vida y consolidar su carrera profesional.
Sin embargo, en medio de ese panorama perfecto la realidad de la vida irrumpe de un modo que trastornará su vida y la de su abuelo, haciendo a Delia decidir cuáles son las verdaderas prioridades de su vida en medio de del dolor y la incertidumbre.
Comentario crítico:
Esta película la he visto dos veces, y la he comentado, conversado, criticado y masticado por semanas. Al hacer eso, he tenido la oportunidad de pensarla desde distintos lentes, pero dejando un balance general que sería sin duda este: esta película es un logro modesto, pero más un buen antecedente. Pese al esmero depositado en ella (indudable), hay elementos en los que lamentablemente resulta irregular y apenas verosímil. Sin embargo, su clara intención de conmover y generar reflexión es lograda.
Empecemos, como toca, por sus méritos. Muy buena fotografía, elegante por momentos (mención especial de varias de las escenas filmadas en Limón, más cercanas a la visión de un recuerdo que a un paisaje real). Música minimalista, acertada, aunque un tanto monótona. Algunas interpretaciones de verdadera calidad (siendo las mejores, sin duda, las de los personajes de Maga y Gabo, la pareja de adultos mayores más convincente que haya visto en largo tiempo en pantalla). De hecho, el personaje de este abuelo (¡un señor que, por alguna razón, se parece al abuelo de todo mundo!) sostiene en buena parte toda la estructura de la película. Convicción: el filme sabe lo que quiere en el espectador y va por ello sin titubeos. Un minimalismo narrativo usado con sabiduría (debo reconocerlo, llevaba tiempo sin ver una película en la que los silencios y pausas fueran usados tan bien para generar tensión). Como drama, huye de varios facilismos a los que nos tiene a habituados, por ejemplo, el cine gringo de segunda (dígase la mayoría - junto con el tercera, claro).
Ahora bien, estos elementos sin duda son los que hacen de la película una experiencia que varios pueden considerar positiva. Lamentablemente, una mirada más crítica hace ver fisuras notables en el filme también.
La más sensible –terriblemente sensible- es la falta de verosimilitud del guión como conjunto. La construcción de las escenas cotidianas en la primera parte de la película, su sentido del humor tan fresco, el amor que se quiere dejar translucir de ellas – esto es logrado de modo impecable, y quizá son en verdad lo que sostiene a todo lo demás. Pero en lo que respecta a los detalles del entorno laboral de Delia, el manejo que se hace en este de la tragedia que ella atraviesa (y de donde se supone que proviene buena parte de la tensión de la historia), allí tenemos un serio problema. No es lo suficientemente creíble, incluso podría calificarse de superficial. Además, el final nos deja con una incertidumbre acerca de un detalle fundamental de la historia que lamentablemente nos hace sentir que buena parte de la trama no estuvo justificada: hablo, justamente, de qué es lo que pasa realmente con las cenizas. Y –será opinión mía, pero estoy convencido de ello- el personaje de Gastón y la escena de la conferencia de prensa son en realidad inútiles y no aportan nada a la trama.
Por otra parte, hay un leve abuso de esa paciencia, detalle y silencio con se maneja la trama. Eficaz en buena parte de la película, se torna franca lentitud en otras, afectando a la tensión del conjunto (cosa aún más notable sabiendo que el filme no es largo).
Con todo, como espectador, he salido de ella dos veces con una sensación mayoritaria de agrado. Eso, sobre todo, gracias al hecho de que he ido junto a personas queridas, y esta película está justamente hecha para decirnos algo acerca de ellas. De eso va el siguiente punto.
Lo que la película me deja:
“A ojos cerrados” es, ante todo, un llamado a amar y valorar a nuestros seres queridos, a darle prioridad a los buenos afectos, a valorar cada instante vivido como cosa irrepetible.
La historia logra mostrarnos una situación en la cual debe decidirse entre la conveniencia y la convicción. Delia debe escoger entre el amor de los suyos y una oportunidad económica de una vez en la vida. Pero esa decisión no es tomada en frío: es una decisión (como casi todas las realmente importantes, triste pero cierto) que debe tomar con la vista nublada e iluminada a la vez por el dolor, y este es un dolor de pérdida. Una situación en la que debe escoger entre lo que parece la va dar comodidad por mucho tiempo y lo que alguien que necesita y ama necesita ahora mismo. No es una decisión fácil. Pero, con todo, vemos como sin artificios el personaje de Delia hace ese camino interior para finalmente entender que nada nos devuelve los instantes en lo que toca es amar y hacer lo correcto.
Toca a cada espectador juzgarla. A mí me basta decir que, en “A ojos cerrados”, veo un filme humano, hecho con empeño, un modesto logro en ciertos sentidos, pero una enorme precedente para el cine costarricense con intenciones de arte. Un precedente que, espero, ayude a que más proyectos de calidad se sumen al recientemente revitalizado cine costarricense.
Spiral Route...
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Hay salir a la calle, encontrar las historias y plasmarlas en la pantalla con arte y oficio. Eso es cine.